Mi nombre es Manuela y hoy quiero contarles cómo empezó este sueño.
Desde el 2015 Simón y yo soñábamos con poder tener a Kira, mi primera mascota, en perfectas condiciones.
Que cuando comiera fuera un momento de completa felicidad y no la angustia porque no quería comer, que las deposiciones por fin fueran “duritas” porque por lo general tenía diarrea, incluso hasta hacíamos chistes sobre el montón de pelo que Kira soltaba, diciendo que habían nacido cachorritos. Y ni hablar del aliento de dragón que tenía el angelito.
Y fue cuando llegó Nala, en el 2016 que descubrimos que tenía las mismas condiciones que Kira, sin apetito, con diarrea, millones de bolitas de pelos por toda la casa, un aliento horrible, y sólo era una cachorra.
Entonces se me ocurrió la grandiosa idea de hacerles nosotros la comida. En ese tiempo había consultado con un veterinario y nos dio, a Kira y a mí, la opción de alimentarla con ingredientes naturales y dejar de una vez por todas las pepitas, pero yo era una inexperta, estaba en la universidad y para ser sincera, ni yo me alimentaba bien, me pareció una completa odisea, pero al llegar Simón y Nala a nuestras vidas pues fue una decisión a considerar, estábamos hablando ya de calidad de vida para Kira y Nala.
Simón después de mucho pensar y sentirse preocupado por la salud de Nala, aceptó hacer la comida.
Leímos mil quinientos libros, todos los blogs de la época, consultamos con varios veterinarios, nos sentíamos muy asustados, pero hubo una noche que mi suegra nos dijo que podíamos utilizar la cocina de ella para empezar a hacer nuestros experimentos. Ahí, en esa noche, sin pensarlo, se empezó a cocinar nuestro sueño.
Desde el 2015 Simón y yo soñábamos con poder tener a Kira, mi primera mascota, en perfectas condiciones.
Que cuando comiera fuera un momento de completa felicidad y no la angustia porque no quería comer, que las deposiciones por fin fueran “duritas” porque por lo general tenía diarrea, incluso hasta hacíamos chistes sobre el montón de pelo que Kira soltaba, diciendo que habían nacido cachorritos. Y ni hablar del aliento de dragón que tenía el angelito.
Y fue cuando llegó Nala, en el 2016 que descubrimos que tenía las mismas condiciones que Kira, sin apetito, con diarrea, millones de bolitas de pelos por toda la casa, un aliento horrible, y sólo era una cachorra.
Entonces se me ocurrió la grandiosa idea de hacerles nosotros la comida. En ese tiempo había consultado con un veterinario y nos dio, a Kira y a mí, la opción de alimentarla con ingredientes naturales y dejar de una vez por todas las pepitas, pero yo era una inexperta, estaba en la universidad y para ser sincera, ni yo me alimentaba bien, me pareció una completa odisea, pero al llegar Simón y Nala a nuestras vidas pues fue una decisión a considerar, estábamos hablando ya de calidad de vida para Kira y Nala.
Simón después de mucho pensar y sentirse preocupado por la salud de Nala, aceptó hacer la comida.
Leímos mil quinientos libros, todos los blogs de la época, consultamos con varios veterinarios, nos sentíamos muy asustados, pero hubo una noche que mi suegra nos dijo que podíamos utilizar la cocina de ella para empezar a hacer nuestros experimentos. Ahí, en esa noche, sin pensarlo, se empezó a cocinar nuestro sueño.
Mi nombre es Manuela y hoy quiero contarles cómo empezó este sueño.
Desde el 2015 Simón y yo soñábamos con poder tener a Kira, mi primera mascota, en perfectas condiciones.
Que cuando comiera fuera un momento de completa felicidad y no la angustia porque no quería comer, que las deposiciones por fin fueran “duritas” porque por lo general tenía diarrea, incluso hasta hacíamos chistes sobre el montón de pelo que Kira soltaba, diciendo que habían nacido cachorritos. Y ni hablar del aliento de dragón que tenía el angelito.
Y fue cuando llegó Nala, en el 2016 que descubrimos que tenía las mismas condiciones que Kira, sin apetito, con diarrea, millones de bolitas de pelos por toda la casa, un aliento horrible, y sólo era una cachorra.
Entonces se me ocurrió la grandiosa idea de hacerles nosotros la comida. En ese tiempo había consultado con un veterinario y nos dio, a Kira y a mí, la opción de alimentarla con ingredientes naturales y dejar de una vez por todas las pepitas, pero yo era una inexperta, estaba en la universidad y para ser sincera, ni yo me alimentaba bien, me pareció una completa odisea, pero al llegar Simón y Nala a nuestras vidas pues fue una decisión a considerar, estábamos hablando ya de calidad de vida para Kira y Nala.
Simón después de mucho pensar y sentirse preocupado por la salud de Nala, aceptó hacer la comida.
Leímos mil quinientos libros, todos los blogs de la época, consultamos con varios veterinarios, nos sentíamos muy asustados, pero hubo una noche que mi suegra nos dijo que podíamos utilizar la cocina de ella para empezar a hacer nuestros experimentos. Ahí, en esa noche, sin pensarlo, se empezó a cocinar nuestro sueño.
Desde el 2015 Simón y yo soñábamos con poder tener a Kira, mi primera mascota, en perfectas condiciones.
Que cuando comiera fuera un momento de completa felicidad y no la angustia porque no quería comer, que las deposiciones por fin fueran “duritas” porque por lo general tenía diarrea, incluso hasta hacíamos chistes sobre el montón de pelo que Kira soltaba, diciendo que habían nacido cachorritos. Y ni hablar del aliento de dragón que tenía el angelito.
Y fue cuando llegó Nala, en el 2016 que descubrimos que tenía las mismas condiciones que Kira, sin apetito, con diarrea, millones de bolitas de pelos por toda la casa, un aliento horrible, y sólo era una cachorra.
Entonces se me ocurrió la grandiosa idea de hacerles nosotros la comida. En ese tiempo había consultado con un veterinario y nos dio, a Kira y a mí, la opción de alimentarla con ingredientes naturales y dejar de una vez por todas las pepitas, pero yo era una inexperta, estaba en la universidad y para ser sincera, ni yo me alimentaba bien, me pareció una completa odisea, pero al llegar Simón y Nala a nuestras vidas pues fue una decisión a considerar, estábamos hablando ya de calidad de vida para Kira y Nala.
Simón después de mucho pensar y sentirse preocupado por la salud de Nala, aceptó hacer la comida.
Leímos mil quinientos libros, todos los blogs de la época, consultamos con varios veterinarios, nos sentíamos muy asustados, pero hubo una noche que mi suegra nos dijo que podíamos utilizar la cocina de ella para empezar a hacer nuestros experimentos. Ahí, en esa noche, sin pensarlo, se empezó a cocinar nuestro sueño.
Afortunadamente mi suegra no sabía en qué se metía, porque donde hubiera tenido un ápice de la verdad, no creo que nos hubiera dejado hacer los malabares que hicimos. Cocinamos día y noche, hicimos muchísimas recetas, incluso me acuerdo de una con pescado que era la cosa más horrorosa que hubiéramos visto.
Yo, me enfocaba en que aparte de lo nutricional, se viera bonito, que las personas dijeran que era comida para humanos y Simón se encargaba de los números. Él angustiado por salir al mercado lo más rápido posible, porque ya habíamos dejado de ser estudiantes, y yo por sacar una comida que provocará.
Fueron muchísimos días, recetas interminables, innumerables degustaciones que eran espantosas para nosotros porque Kira y Nala parecían niños en Disney, las que nos llevaron a producir el primer cubito que fue hecho a punta de regla y nació gracias a “Burnt” una película que cuenta la historia de un chef que intenta conseguir en un restaurante la estrella michelín, pero esa es otra historia. Ahí fue cuando se me iluminaron las neuronas y me acordé de un plato que me fascinaba, la causa peruana, un cilindro en capas. Sin decirle nada a Simón empecé a poner capa por capa, a mano y con la ayuda de una regla para hacer una “hamburguesita”. Cuando la vimos, nos enamoramos.
Yo, me enfocaba en que aparte de lo nutricional, se viera bonito, que las personas dijeran que era comida para humanos y Simón se encargaba de los números. Él angustiado por salir al mercado lo más rápido posible, porque ya habíamos dejado de ser estudiantes, y yo por sacar una comida que provocará.
Fueron muchísimos días, recetas interminables, innumerables degustaciones que eran espantosas para nosotros porque Kira y Nala parecían niños en Disney, las que nos llevaron a producir el primer cubito que fue hecho a punta de regla y nació gracias a “Burnt” una película que cuenta la historia de un chef que intenta conseguir en un restaurante la estrella michelín, pero esa es otra historia. Ahí fue cuando se me iluminaron las neuronas y me acordé de un plato que me fascinaba, la causa peruana, un cilindro en capas. Sin decirle nada a Simón empecé a poner capa por capa, a mano y con la ayuda de una regla para hacer una “hamburguesita”. Cuando la vimos, nos enamoramos.
Pero la cosa no quedó ahí, vinieron días de muchísimos retos, el que más recuerdo fue cuando decidimos salir al mercado en la feria del centro comercial santafe “mercadillo para tu mascota” en el 2017. Para esa feria tiramos la casa por la ventana, compramos como si no hubiera mañana, Simón compró como si fuéramos a hacer una tonelada de menús, solo teníamos 2 sabores pollo con avena y res con quinua, literalmente producimos para esa feria 31 kilos, lo que hoy podemos hacer en menos de 3 horas.
Pasábamos horas y horas trabajando, cortando lechuga y la bendita piña, que no la podíamos meter en el procesador porque se desaguaba, tocaba picarla a mano. Un día, jamás lo voy a olvidar, me tocaba el turno de producción hasta las 7pm y Simón debía empacarlos en la noche.
Pasábamos horas y horas trabajando, cortando lechuga y la bendita piña, que no la podíamos meter en el procesador porque se desaguaba, tocaba picarla a mano. Un día, jamás lo voy a olvidar, me tocaba el turno de producción hasta las 7pm y Simón debía empacarlos en la noche.
… todo esto era compensado
viendo a las “niñas” felices…
viendo a las “niñas” felices…
Yo estaba feliz, matada de la dicha porque me había sobrado tiempo, según mi inocencia estaba como un volador, pero la dicha no me duró tanto porque aparte que me las di de muy querida quedándome al siguiente turno para apoyar la tarea, me llevé la ingrata sorpresa que se me había olvidado ponerles quinua a los cubos. UPS. Ese descuido terminamos de arreglarlo a las 3 de la mañana, fundidos.
A decir verdad, todo esto era compensado viendo a las “niñas” felices, sin diarrea y lo mejor de todo es que no había más cachorritos de pelos por ahí regados en las casas, en ese momento Simón y yo no vivíamos juntos. Cada vez que abríamos las neveras para sacar nuestros amados cubitos, teníamos a dos cazadoras guardianas de las puertas de las neveras. Y así también fue como nació el apodo de cazadoras.
A decir verdad, todo esto era compensado viendo a las “niñas” felices, sin diarrea y lo mejor de todo es que no había más cachorritos de pelos por ahí regados en las casas, en ese momento Simón y yo no vivíamos juntos. Cada vez que abríamos las neveras para sacar nuestros amados cubitos, teníamos a dos cazadoras guardianas de las puertas de las neveras. Y así también fue como nació el apodo de cazadoras.
Pero la cosa no quedó ahí, vinieron días de muchísimos retos, el que más recuerdo fue cuando decidimos salir al mercado en la feria del centro comercial santafe “mercadillo para tu mascota” en el 2017. Para esa feria tiramos la casa por la ventana, compramos como si no hubiera mañana, Simón compró como si fuéramos a hacer una tonelada de menús, solo teníamos 2 sabores pollo con avena y res con quinua, literalmente producimos para esa feria 31 kilos, lo que hoy podemos hacer en menos de 3 horas.
Pasábamos horas y horas trabajando, cortando lechuga y la bendita piña, que no la podíamos meter en el procesador porque se desaguaba, tocaba picarla a mano.
Un día, jamás lo voy a olvidar, me tocaba el turno de producción hasta las 7pm y Simón debía empacarlos en la noche.
… todo esto era compensado
viendo a las “niñas” felices…
Yo estaba feliz, matada de la dicha porque me había sobrado tiempo, según mi inocencia estaba como un volador, pero la dicha no me duró tanto porque aparte que me las di de muy querida quedándome al siguiente turno para apoyar la tarea, me llevé la ingrata sorpresa que se me había olvidado ponerles quinua a los cubos. UPS. Ese descuido terminamos de arreglarlo a las 3 de la mañana, fundidos.A decir verdad, todo esto era compensado viendo a las “niñas” felices, sin diarrea y lo mejor de todo es que no había más cachorritos de pelos por ahí regados en las casas, en ese momento Simón y yo no vivíamos juntos. Cada vez que abríamos las neveras para sacar nuestros amados cubitos, teníamos a dos cazadoras guardianas de las puertas de las neveras. Y así también fue como nació el apodo de cazadoras.
Nuestros amigos cazadores
Dentro de cada cazador vive un alma salvaje